lunes, 26 de septiembre de 2011

Justo el dudista




A tres manzanas de su casa, tras girar la esquina del colmado, estaba el lugar más acogedor del pueblo. Justo acudía cada semana a encontrarse con otras personas similares. Cuando llegaba, debía despojarse en un banco de toda la seguridad que daba ir cubierto con convicciones de muchos colores y hechuras.
Los allí congregados —Justo lo sabía— impulsan a la humanidad, pues, como es bien conocido, el mundo avanza gracias a respuestas dadas a los dilemas más acuciantes.
Justo iba a ese mar de dudas a empaparse de incertidumbre. Así, algún día podría alcanzar alguna certeza, por discreta que fuera.

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