Estas crónicas no tendrán precio, sólo longitud: con cien palabras iré al meollo, destripando lo que merezca
serlo y loando lo que deba ser elogiado, en mi modesto entender, salvo que se piense que opinar
es un acto inmodesto por la distancia o la altura que ha de ocuparse para afrontarlo...
viernes, 6 de marzo de 2009
Siete días para enfriar la irritación
Escenario: protesta concentrada, o concentración protesta, contra la ferocidad de la policía marroquí, ante la embajada del rey dictador. Una calle libre en la capital de un país europeo libre.
Argumento: los salvajes habían violado con sus porras a una joven saharaui en el territorio ocupado.
Nos faltaba el cuño autorizador, por lo súbito del evento. Daba igual, no íbamos a romper nada material. Enfrente, enormes vehículos antidisturbios y enormes humanos antidisturbios. Sobraron, porque no buscábamos disturbar, sino turbar, al imperturbable vecino de Rabat, hermano del borbón, parece.
Como hubieran hecho allí, apuntaron nuestros carnés «por ser más de veinte».
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