
La congratulación es un proceso semejante al gratinado, porque ambos dan lugar a una apariencia externa igual de crujiente y lustrosa. Las dos acciones se aplican casi siempre de forma superficial. Podemos congratularnos —a nosotros mismos, suerte de onanismo felicitador—, o hacerlo por lo que han hecho otros, pero sin decir «te congratulo», sino «me congratulo» de tus logros. El brillo y la rigidez consecuencia del gratinado saltan a la vista cuando la congratulación es pública, por ser una palabra sonora y polisilábica, pero lo sabroso del horneado se pierde tras hincar el diente a una felicitación poco sincera.
Antwoan, me congratulo de haber leído tan ingenioso comentario.
ResponderEliminar