Mi amigo Jesús hoy pasaría por friki. Hace cuarenta años, siendo muy niños —pantalón corto y colegio de frailes—, me invitó a su casa para mostrarme su última ocurrencia. Sobre una tablilla había clavado un finísimo petardo metálico, con franjas coloreadas, unido a unos cables, un auricular y una aguja que se apoyaba… ¡en una piedra!
«Lo más importante es esto», dijo, «con la aguja vas tocando la pidrecita plateada, buscando emisoras», yo le seguía la corriente, totalmente incrédulo. «Ahora ponte esto», y esperó mi reacción.
Me quedé mudo, pero de ahí salían voces y música. El mineral era galena.
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