
...y menos en pelotas, me decía un compañero de sauna.
Vestidos, algunos ganamos. Cubrimos nuestro pellejo igualitario para orientar a quien nos habla. Exentos de prejuicios (¿sí?), tendemos a filtrar mecánicamente el registro oral correcto para dirigirnos al próximo influidos por los tejidos que lo enfundan.
Expuestos, esto se complicaría: la charla debería empezar en un tono neutro válido para todos —los tatuajes despistarían algo, reconozco— y, tras unos minutos, sintonizaríamos con el grado de familiaridad o distancia sugerido por las frases iniciales.
Después, ya podríamos vestirnos, y no al revés, como suele ocurrir, para recuperar enteros, o perderlos todos.
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