
La última caricia permaneció algún rato grabada en su recuerdo, como si los dedos que la prodigaron con tanta maestría hubieran sido la cabeza de un exquisito pincel embadurnado de sensaciones, mezclándose en la paleta de su espalda.
Sobre sus hombros rememoraba el vaivén aceitoso de aquellas delicadas manos, tan pertinaces, que restauraban sin desvíos el itinerario de cada tramo muscular, próximo al cuello, hacia la izquierda, donde la puñetera contractura doblega y aniquila al que la desafía, por ignorar las reglas ergonómicas más elementales y trabajar interminables horas ante la pantalla, sin levantarse a buscar ni un mísero café.
-por ignorar las mas elementales normas de ergonomía y trabajar interminables horas ante la pantalla, sin levantarse a buscar un mísero café.-
ResponderEliminarSi que es difícil cuadrar, siempre interesantes y tortuosos tus artículos, y un poco puñeteros.
Bueno, siempre hay más de una solución, y de dos, y de tres :)
ResponderEliminarGracias por tu comentario.