La observo con detenimiento, casi con cariño. Ya son años. Mi cuello no se dobla más, pero ella sigue ahí, fiel a la cita, como todas las noches. Hoy llevo camisa, y está algo mermada. No es como cuando visto un jersey de lana, o una camiseta de algodón.
Esos días todo cambia.
Será por el calor o por el tipo de tejido. Qué importa.
Tras unos segundos ambientativos, procedo, con mucha delicadeza.
Dos dedos bastan. Avanzo con ellos mientras aparto los faldones de la camisa con la otra mano. Finalmente, consigo sacar de su escondite la pelusilla umbilical. Sempiterna.
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