Estas crónicas no tendrán precio, sólo longitud: con cien palabras iré al meollo, destripando lo que merezca
serlo y loando lo que deba ser elogiado, en mi modesto entender, salvo que se piense que opinar
es un acto inmodesto por la distancia o la altura que ha de ocuparse para afrontarlo...
martes, 25 de mayo de 2010
El baúl sin estación
En el interior del baúl no había nada, pero aquél era una vacío incongruente, pues con sólo mirarlo, Fausto saturaba su vista. Quizás, por el forro trasnochado, estampado con ramos de retorcidos florones. Posiblemente, por el recuerdo intangible de lo que un día se apelmazó entre sus paredes, yendo y regresando, en incontables travesías de trenes y carruajes por el mundo. Seguro, por el deseo de volver a rellenar esa oquedad, y escapar enseguida de la rutina. Pronto volvería a viajar, lejos, para siempre. Su tierra lo asfixiaba. Se alejaría para bajarse de ese tren, antes de que faltasen estaciones.
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Que tal Antonio !! me gusta tu forma de escribir, te hace pensar y eso siempre esta bien... Una cosa, le has dado un nuevo toque a tu blog, pero cuidado, supongo que dependera de la resolución de cada ordenador, pero el texto del menu lateral apenas se percibe. Los tonos son muy claros.
ResponderEliminarSaludos
Gracias Fer, por tus comentarios. ¿A qué texto te refieres exactamente? Dime un par de palabras de cada caso y trataré de modificarlo. Lo había probado con firefox, croma e IE, pero no me imaginé que también la resolución tendría mucha influencia en el resultado. Gracias.
ResponderEliminarAn2an, siempre certero en el verbo y oportuno como baúl para viaje. Saludos desde el AVE, ya en Córdoba no tan lejana y, desde luego, no sola.
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