Cuando confirmó que lo seguirían, supo que no tenía escapatoria. Debía avanzar, sin dilapidar ni un solo paso. En lo sucesivo, su cerebro habría de tirar de sus mejores neuroconexiones para discernir el camino sin titubeos. Hasta entonces, había sido fácil: el anterior líder lo tenía tan claro que no cabía la menor duda. Ahora, él era el cabecilla de aquella pandilla de indocumentados. Qué soledad. El camino se complicaba y sus discípulos proseguían hastiados. Pernoctarían en un descampado. Aprovecharía para reflexionar; estaba convencido: o él, o la perdición. Hasta que un descerebrado sacó un gepeese y jodió la revolución.
Estas crónicas no tendrán precio, sólo longitud: con cien palabras iré al meollo, destripando lo que merezca
serlo y loando lo que deba ser elogiado, en mi modesto entender, salvo que se piense que opinar
es un acto inmodesto por la distancia o la altura que ha de ocuparse para afrontarlo...
sábado, 3 de septiembre de 2011
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Cuando confirmó que lo seguirían, supo que no tenía escapatoria. Debía avanzar, sin dilapidar ni un solo paso. En lo sucesivo, su cerebro habría de tirar de sus mejores neuroconexiones para discernir el camino sin titubeos. Hasta entonces, había sido fácil: el anterior líder lo tenía tan claro que no cabía la menor duda. Ahora, él era el cabecilla de aquella pandilla de indocumentados. Qué soledad. El camino se complicaba y sus discípulos proseguían hastiados. Pernoctarían en un descampado. Aprovecharía para reflexionar; estaba convencido: o él, o la perdición. Hasta que un descerebrado sacó un gepeese y jodió la revolución.
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"Qué soledad. El camino se complicaba y sus discípulos proseguían hastiados." Hay frases que merecen capitulo aparte
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