sábado, 3 de enero de 2009

Cante sin copirrait


La lucha por los micrófonos era encarnizada. Los niveles de etanol en sangre superaban los de la vergüenza en cara, y nunca antes un salón familiar había alojado tal conflicto por un aparato. Ni siquiera «El mando» fue objeto jamás de tanta avidez. Debíamos poner nuestra voz, siguiendo la chuleta, a músicas de reconocida popularidad. Ahora es más vanguardista, con pautas tonales y letreros que nos incitan a prolongar el destrozo con nuestro virtuosismo escaso de pelo. Que se sepa, la esgae aún no irrumpe en casa —salvo espías— para exigirnos su diezmo digital ¿sería lo nuestro creación o imitación?

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